Pensado para familiares y personajes no muy queridos, inauguraron el cementerio privado "San Puta se lo lleve"
En ocasiones, la pérdida de un familiar, un amigo o un compañero de trabajo se torna un golpe doloroso que, a veces, se vuelve insoportable. Pero en otras oportunidades, ese ser que nos deja para ir al más allá no nos infundía, digamos, el mayor de los cariños. O directamente era un forro de mierda del cual la noticia de su muerte nos llevó a sentir una gigantesca sonrisa interior mientras poníamos -por razones de decoro- cara de "¡nooooo, qué cagada, pordió!".
Para esos casos, un grupo de emprendedores acaba de habilitar "San Puta se lo lleve", un cementerio privado destinado a albergar los restos de quienes en vida supieron ganarse el desprecio más o menos silencioso de cónyuges, hijos, cuñados, vecinos, ex parejas y eventualmente empleados o subordinados.
El parque, situado en las afueras de Resistencia, tiene como propietarios a empresarios chaqueños que ya venían administrando dos cementerios privados en el interior de la provincia, y de pronto vieron la nueva veta. "Creo que la nuestra es una actividad donde es más fácil encontrar un nicho en el mercado, jio jio jio", bromea Ronald Vega, socio del proyecto.
"Nos pasaba con frecuencia que a las oficinas iban personas a averiguar precios de parcelas para inhumar a un tío o un jefe de personal, y al cerrar la operación decían cosas del tipo 'la concha de la lora, mirá lo que tenemos que gastar por este hijo de mil putas'. Pero a la vez no querían caer en toda la burocracia de ir a un cementario municipal", contó.
Vega dice que a partir de ahí "empezamos a trabajar en la idea de un servicio que fuera privado pero con menos costos y buscando que las personas que lo contraten sientan que el finado está siendo tratado como se merece, sin parquecito pipí cucú, ni sauces cantando con el viento, ni nada".
Por eso, "San Puta se lo lleve" funciona en un predio de 20 hectáreas ubicado a unos 300 metros de la ruta 11, fuera del recinto protegido por el sistema de defensas contra inundaciones. "O sea que ni bien haya una crecida, todos estos hijos de puta van a quedar tapados de agua unas buenas semanitas", dice Vega señalando el terreno que se extiende más allá de la recepción.
Además, toda la zona está deliberadamente descuidada. En lugar de césped y árboles espléndidos, la superficie está cubierta de yuyos, pajonales, inmensos hormigueros y cactus. Hay también una capilla hecha de plásticos y cartones, donde un sacerdote imparte misas de cuerpo presente con dos monaguillos que, a propósito, se descerrajan sonoros pedos durante todo el oficio. En el fondo de la sala siempre hay un borracho -personal de planta de la empresa- que dice groserías sobre el muerto.
"La gente queda muy conforme -asegura Vega-, porque se va confortada, sintiendo que sobre el final pudo cagar un poco al reverendo forro que soportó en vida. Reciencito nomás enterramos a un gerente de banco. Tiene que ver cómo nos abrazaba la gente que vino, agradeciendo".
La demanda, afirma Vega, supera lo esperado. "Lo que sí preveíamos y se está dando, es que el 80% de las reservas son para suegras y jefes -detalla-. Incluso para esos casos tenemos un servicio extra, de cremación. Pero sale muy caro, porque los cremamos hasta dos o tres días antes de que se mueran".