Una vez acabado el año fiscal, la Agencia Tributaria envió a un inspector
de Hacienda para auditar los libros de una sinagoga.
Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le
dijo:
-Observo que compraron un montón de cirios. ¿Qué es lo que
hacen con los restos de cera que gotean?- Buena pregunta- dijo
el rabino. Las vamos guardando y las devolvemos al fabricante,
y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios-.
¡Oh! -respondió el inspector, algo decepcionado con que su
insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero
continuó con sus odiosas maneras. -¿Qué me puede decir sobre
sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?- Ah, sí-
respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba
intentando ponerle en un aprieto con su absurda pregunta, -las
recogemos y las devolvemos a los fabricantes, y de vez en
cuando nos envían gratis una caja de benditas galletas-.
Ya veo- respondió el inspector, estrujándose el coco para ver
como podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino. Bien,
rabino, y entonces ¿qué es lo que hacen con los prepucios que
van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?- Pues
aquí tampoco desperdiciamos nada- respondió el rabino. Lo que
hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria
, y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos
envían un capullo completo.
El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser
idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.